domingo, 22 de septiembre de 2019

DIMENSIONES

UN PLANETA VIVO
Por: Uriel Escobar Barrios, M.D. *


Tibú es un municipio ubicado en Norte de Santander; en este territorio tuvieron su asentamiento los indígenas motilones. Actualmente es poblado por 36 502 personas que en los últimos años han sufrido las terribles secuelas que deja el enfrentamiento armado. La incertidumbre y el miedo recorren cada una de sus calles.



En este contexto, ante las amenazas que se ciernen sobre sus habitantes, el 10 de septiembre del 2019, Bernardo Betancourt Orozco, quien aspiraba por segunda vez a regir los destinos de ese municipio, hizo un angustioso llamado por las redes sociales para que la campaña electoral se diera a través de la discusión de propuestas de gobierno y no sobre noticias falsas, tergiversaciones y amenazas de muerte. El 15 de septiembre, mientras adelantaba actividades proselitistas, fue asesinado frente a su esposa. Este trágico desenlace ha develado la terrible realidad que está viviendo Colombia en esta contienda electoral.

Según la Misión de Observación Electoral (MOE), desde el pasado 27 de julio, cuando se inició la carrera para ocupar cargos de elección popular en las regiones, 54 aspirantes han sido víctimas de violencia política; de ellos, hay 40 amenazados, 2 secuestrados, 5 han sido objeto de atentados, ¡y ya van 7 asesinados! Panorama de horror que estamos viviendo.

¿Por qué hemos retrocedido a niveles de violencia política que creíamos superados por el paso y la enseñanza de la historia? ¿Cuál puede ser el origen de este resurgimiento? Duro reto se plantea para quienes estudian el comportamiento individual y colectivo de los colombianos. Algunos elementos que se observan en el diario acontecer del país nos pueden dar unas pistas para entender la complejidad de este comportamiento, pero lo que es claro es que los niveles de violencia e intolerancia que vivimos son un indicador de una mala salud mental.

Colombia se ha quedado anclado en las confrontaciones de antaño entre liberales, conservadores y comunistas, pero ahora el discurso se ha ampliado en contra de las minorías étnicas, de los que piensan diferente, de los maestros, de los líderes comunitarios.

Esta actitud intolerante es alimentada por partidos políticos y grupos que se autoproclaman “defensores de las tradiciones y buenas costumbres nacionales”; por lo tanto, no es extraño ver a dichos dirigentes pronunciando discursos incendiarios hacia sus contradictores, lo cual es asumido por sus seguidores –sin ninguna perspectiva crítica– como verdades reveladas, y el resultado es esto que estamos viviendo.

El llamado es a que aprendamos a convivir en la diferencia; que podamos expresar nuestras opiniones y que se respeten por encima de todo; que se preserve la vida como el don más sagrado de nuestra existencia.

www.urielescobar.net / Twitter: @urielbarrios16

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