sábado, 30 de octubre de 2021

Dimensiones - Más allá del género y la diversidad

 Por Uriel Escobar Barrios, M.D.

El ser humano en su esencia no es mujer ni hombre, no tiene color de piel, tampoco pertenece a estratos sociales; simplemente es un individuo que pertenece a una especie animal, y el desarrollo evolutivo individual y colectivo debe estar basado en el respeto a la dignidad de todos los integrantes de dicha especie. 

Por lo tanto, la lucha no puede ser entre mujeres que sienten vulnerados sus derechos y los hombres que las victimizan; tampoco puede ser entre quienes son discriminados o estigmatizados por cualquier diversidad y quienes ejercen ese oprobioso acto discriminatorio. De tal actitud surge la generalización, que es frecuente entre aquellos que portan la bandera de las reivindicaciones. 

Entonces, las feministas (no todas, por supuesto) toman una actitud de acusación y de odio hacia todo lo que sea masculino, y, del mismo modo, los negros, los pobres, los de diversidad sexual arremeten contra todo el que no pertenezca a su etnia, tenga riquezas o sea heterosexual.

Sin duda, es una actitud producto de un análisis simplista sobre un hecho que debe tener connotaciones más profundas. Al afirmar esto, ¿estoy negando que la mujer ha sido vulnerada en sus más elementales derechos como ser humano en el mundo, y particularmente en Colombia? ¡Por supuesto que no! Negarlo sería un acto de absoluta torpeza, porque lo que sucede en el país, en términos generales, es que las mujeres constituyen el 52 % de la población, y –solo por poner un ejemplo– la siguiente es su representación política: alcaldesas, el 12.2 %; concejalas, 17.6 %; senadoras, 21.3 %; representantes a la Cámara, 18.7 %. Y si este análisis lo extrapolamos a las etnias, sabemos que ser negro o indígena en este país es estar sometido a condiciones frecuentes de discriminación, estigmatización, pobreza, persecución y amenaza de muerte física para los líderes de estos grupos marginados. 

¿Cuál sería, entonces, una actitud adecuada, que no lleve a más violencia y discriminación, sino a la resolución asertiva de los conflictos? Entender y poner en práctica un principio esencial: los seres humanos somos iguales en dignidad y derechos y jamás se puede ejercer ningún tipo de diferenciación entre unos y otros. 

Un hombre debe respetar a una mujer y bajo ninguna circunstancia violentarla, asimismo a un niño, a un anciano, a alguien que sea distinto por características de piel, estrato social o por creencias religiosas, políticas o filosóficas. La humanización de la especie se da en la medida en que se ponga en práctica la sentencia de Buda expresada hace 2600 años: “Donde quiera que haya un ser vivo en sufrimiento, también sufre mi alma”. Somos iguales, somos hermanos, y el desarrollo de cualquier sociedad se debe medir por la capacidad de todos los ciudadanos para respetar, ser solidarios y ayudar a su semejante. www.urielescobar.com.co

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