viernes, 2 de septiembre de 2022

En Cartagena, la pobre Cartagena

Foto de Portafolio cuando denunció altos costos en mojarra y cervezas. Les dejamos el enlace
de la nota que les puede interesar.  VER

 
Claus Adara – Desde el Caribe

Son impresionantes los contrastes que se observan en Cartagena. Espacios habitacionales exclusivos y costosísimos, restaurantes exuberantes, vehículos de película y mujeres agobiantemente bellas, chocan

permanentemente con una pobreza dolorosa, heredada por una comunidad negra, cuyos derechos sociales y sus propiedades ancestrales han sido violentadas por matones armados, por gente “de bien” y por políticos ansiosos de enriquecerse para poder tener una buena vivienda, un carro costoso y una mujer vistosa.

Cartagena ha sido noticia nacional por estos días, por las denuncias de turistas que han sido obligados a pagar millonarias sumas de dinero por unas comidas típicas con base en pescados y carnes, servidas en unos platos inadecuados, con unos cubiertos torcidos, en unas mesas mugrosas y en unos asientos desvencijados. Turismo étnico, dicen.

Es evidente que se presentan de manera constante estos hechos delictivos, que, sin embargo, no son atendidos por las autoridades, que no tienen interés en enfrentar un problema que originan bandas delincuenciales, que son las que controlan el comercio de las playas y las islas.

A los turistas lo timan y cuando protestan, aparecen los delincuentes para amenazar. Al final, la gente paga, se retira temerosa y denuncia, pero son atendidos con una mirada compasiva y nada más. 

Las familias que habitan las playas no son las responsables de estos hechos. Las mujeres cocinan y los hombres sirven. Pero las cuentas son elaboradas por unos delincuentes que le miden el bolsillo a los turistas, con la seguridad que les van a pagar, pues no se expondrán a una golpiza o a la muerte.

Todo esto lo saben la policía, la marina y los militares, pero ninguno actúa. Mucho menos las autoridades civiles. Las bandas criminales ya ganaron posiciones y actúan como amos y señores de unos espacios que son de la Nación, pero que ellos gestionan como si fueran propios.

Lo que ha empezado a ocurrir frente a tan reiteradas denuncias de abusos a los turistas, es que la gente está dejando de ir a esos espacios y/o se rehúsa a adquirir servicios de alimentación. Es la mejor postura y la forma más adecuada de castigar a la delincuencia, así sufran los habitantes, que también son víctimas de esta situación.

Cartagena es el epítome de desigualdades sociales en Colombia. Los turistas conocen la ciudad amurallada con barrios icónicos como Getsemaní, Bocagrande, Castillogrande, El Laguito, La Boquilla, Crespo y, últimamente, Serena del Mar y sus playas de Manzanillo. Pero no tienen idea de la miseria en que vive casi la mitad de cartageneros, que se apiñan en las laderas del Cerro de La Popa y en inmediaciones de la Ciénaga de La Virgen.

La pobreza de la gente es de tal magnitud, que el Departamento de Estadística, acaba de revelar que 7 de cada diez cartageneros solo toman dos o menos comidas diarias. Y en los sitios en que vive la pobrería, el gobierno lo ejercen poderosas bandas criminales, que le ganaron la guerra al Estado.

*Nota: Esta columna de opinión es responsabilidad directa de su autor

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