Por Carlos Humberto Isaza
Terminado el conteo de los sufragios depositados en las elecciones regionales, el panorama político de Risaralda cambió sustancialmente. Los indiscutibles ganadores fueron Mauricio Salazar, quien logró acceder a la alcaldía de Pereira
luego de varios intentos, y Juan Diego Patiño, quien conquistó la gobernación en su único envión, no obstante las trabas del senador y de uno de los representantes a la cámara de su partido y de la decidida perfidia con la cual fue recibido el aval que le permitió aspirar en representación del liberalismo y en contravía de las preferencias de Gallo, quien siempre tuvo su favoritismo por el médico Marulanda, con quién esta vez cumplió su cuota de deslealtad, en contra de Patiño.El triunfo de Mauricio Salazar representa el rechazo popular hacia la forma de ejercer la política por parte de quienes hace ocho años se presentaron como la alternativa redentora que sanearía al departamento de las prácticas perversas en la administración, pero que, al poco andar, no solo relevaron a los que supuestamente pretendían cambiar, sino que intensificaron y sofisticaron las prácticas de abuso y corrupción, hasta que se volvió vox populi, que eso que se autoproclama ‘el equipo del cambio’, no era otra cosa que una caterva de saqueadores del erario, transformados en una ordinaria casta de ‘nuevos ricos’, que se pavonean ante una comunidad a la que creian tan ingenua, que no era capaz de percibir sus desmanes y sus metamorfosis. ¡Ahí tuvieron la atronadora respuesta!
Con esta derrota, el gallismo pierde el gran bastión de la política departamental (la alcaldía de Pereira), lo que le marca un camino sinuoso al futuro de Gallo y de Hoyos; que no a Patiño, quien, por el contrario, tiene un remosamiento en la elección de su hijo como gobernador, en contra del querer de aquellos y del ‘estratega’ que los condujo a tan estrepitosa derrota. Un remosamiento que le devuelve muchos de los hilos del poder y que lo encumbra dentro de la carcomida escructura de su partido.
La funesta táctica, ideada por el charlatán de las estrategias, se presentía fracasada desde la imposición del candidato a la alcaldía en medio de una jarana nocturna de copas, música y algo más, hasta pasar por la errática ‘estrategia’ estructurada en la compra masiva de conciencias mediante, entre otras, las miles y miles de órdenes de servicios, que pretendieron convertir a los contratistas en esclavos eternos de la política, para mantener una clientela sumisa que actuara como los electores naturales de sus candidatos de ocasión.
¡Todo ese andamiaje se les cayó! ¡Y se les cayó de tajo! Esa estructura carcomida tendrá que consolarse con lo único que le queda: la alcaldía de Apía, en homenaje a la tierra natal de la ‘prima donna’ de la ratonera.
Ganadores también fueron, Steven Cárdenas, quien hizo una campaña impactante, alegre, juvenil, propositiva… con la que alcanzó un meritorio tercer lugar en una contienda larga, costosa y difícil. Ahí -como él lo anunció-, nació una fuerza política llamada a ser tenida en cuenta en el futuro inmediato; una que tiene candidato y las agallas para dar las peleas, sin importar quienes sean los contendientes. Y ganadora también Martha Alzate, quien demostró que es capaz de ser candidata y de ser alcaldesa. Lástima que la campaña empezó un poco tarde y con poca estrategia.
En el lado de los perdedores hay muchos. Empezando por Gallo, quien acaba de saborear la arena. Quienes conocemos la política de Risaralda sabemos que en razón del tamaño (14 municipios) y la población de nuestro departamento (escaso un millón de habitantes, los cuales están muy concentrados en el área metropolitana), la joya de la corona es la alcaldía de Pereira. Esa la perdió. Y la perdió sin atenuantes. Jugando de ‘local’, tuvo su más contundente derrota. Una de la que difícilmente se repondrá. Y a ella arrastró a muchos otros, a los que no mencionaré en esta nota por no hacerla muy extensa.
Maicol no es, en si, un perdedor. Fue, más bien, el instrumento de una derrota. Él es buena persona, está joven, tiene carisma y volverá a encontrar la senda perdida. Ahora podrá comenzar de nuevo como concejal y eso le dará la visibilidad necesaria para recomponer su andamiaje y adquirir la experiencia que precisa para las tareas del gobierno de una ciudad como Pereira.
Los Verdes son grandes perdedores. Por los resultados de las elecciones al congreso, ellos tenían el derecho, pero también la obligación de encarnar una alternativa para emular con los que están en el poder y para aspirar a sustituirlos. Pero fueron inferiores a su deber. Fueron demasiado erráticos. Se enredaron en una disputa de métodos y de gustos, que los dejó irreconciliablemente divididos; pero no se interesaron por lo que Pereira exigía de ellos en esta ocasión. Jugaron muy mal; porque no solamente jugaron decididamente a perder sino que tampoco permitieron que otras fuerzas afines a sus principios pudieran aglutinar el ‘voto de opinión’ -tan decisivo en la escogencia del alcalde de Pereira-. Casi dejaron entrever que actuaron deliberadamente mal; lo que también puede ser un propósito. En dos años nos daremos cuenta.
Y perdió el petrismo y lo que eso significa aqui y ahora. Y esa circunstancia también está llamada a producir efectos positivos y negativos: a conservar una región alejada de la marcada influencia presidencial, pero también a ser objeto de la retaliación que ello nos pueda significar en las relaciones con el gobierno central. ¡Vamos a ver que pasa!
Ah, y el gran perdedor: el ‘estratega de la derrota’, el que no pudo ganar ni la eleción de su pueblo natal. El que con todas las herramientas, el que ejerciendo la jefatura política, el que con todos los contratistas, el que con todos los presupuestos y el que con todas las nóminas, los tiró al abismo. Como dicen en la calle: ¡Con genios de esos… para qué ingenieros! Supongo que para este brillante desempeño también hay medallas, en la asociación de elogios mutuos de la que hacen parte. ¡Ya veremos!
Pereira, 29 de octubre de 2023 chisaza@yahoo.com
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