Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Estamos viviendo una etapa del año que es muy especial para todo ser humano, porque implica el fin de un ciclo y, a su vez, el comienzo de uno nuevo. Esto, querámoslo o no, tiene una profunda influencia en
nuestra vida, pues el universo –el gran creador de todo lo que existe– funciona a través de los principios de la ley natural.Uno de ellos nos dice que existen ciclos que se van repitiendo, como sucede de una manera muy práctica y sencilla con la rotación de la Tierra alrededor del sol en períodos cósmicos muy específicos. Los humanos somos parte de ese ordenamiento universal, y también, por supuesto, funcionamos de igual manera, ajustados a estos principios.
Una pregunta fundamental que te debes hacer, particularmente ahora, es la siguiente: ¿para qué estoy en este mundo? Sobre este tema, preocupación que los humanos han tenido desde el comienzo de los siglos, quiero plantear unas reflexiones, aplicables a todas las actividades humanas, incluidos los fenómenos de salud y enfermedad.
Desde hace 2600 años, Buda, así como Jesús y una serie de seres excepcionales, han dejado el mismo mensaje: hemos venido a este mundo para cumplir propósitos como especie y también a nivel individual, uno de ellos es el de servir a nuestros semejantes. Madre Teresa de Calcuta lo expresó en esta bella frase: “El que no vive para servir, no sirve para vivir”. Para lograr este loable objetivo no se necesita tener recursos materiales, sino y principalmente, un profundo deseo de entender y ayudar a las personas con las cuales tienes contacto –sean o no familiares o conocidos.
Lo que entregamos a los demás, el universo nos lo devuelve. Este es otro de los principios de la naturaleza, que en la civilización Oriental es denominado como la gran ley del karma o de causa y efecto. En síntesis, lo kármico nos enseña que lo que le entregamos al universo es lo que vuelve a nosotros. Coloquialmente nos dice: “aquello que sembremos es lo que cosecharemos”.
El tercer punto, es que las experiencias que tienes en este momento se te presentan no por casualidad, sino por causalidad. El azar no existe en el universo. Tus acciones y las personas con las cuales te relacionas obedecen a un propósito en tu vida. ¿Y cuál es? Solo tú lo puedes responder.
Lo que sí es claro es que debes vivir de manera apasionada y amorosa cada una de tus actividades, sé agradecido, honra a esa persona con la cual de manera sincrónica compartes este momento de tu vida. La sincronía es un fenómeno estudiado en extenso por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875 – 1961); indica que existe una conexión entre todos los fenómenos que suceden en el universo externo, pero también con lo que sucede en el universo interior, porque como nos dice una ley espiritual: “Todo lo que sucede afuera sucede de igual forma dentro del universo personal”. No estás separado, sino que haces parte del todo, por esa razón a través de tus acciones te puedes convertir en un agente de transformación de la realidad individual y colectiva. w.urielescobar.com.co
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