Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
El bien supremo de un ser vivo no puede ser otro que conservar su propia vida. Este es el principal motivo por el cual desde el momento de la concepción está dotado de una serie de mecanismos defensivos que le permiten sobrevivir a situaciones adversas a las cuales se debe enfrentar como parte fundamental de su ciclo vital.
La etología, disciplina científica reciente especializada en el estudio del comportamiento animal de forma objetiva y comparativa, considerando factores genéticos, ambientales y evolutivos en la comprensión de las conductas animales, se centra particularmente en la adaptación; aquí se analiza en cómo las conductas de los individuos y del colectivo al cual pertenecen benefician su supervivencia y reproducción.
Muchos investigadores de esta área de la ciencia que se consolidó a mediados del siglo XX han realizado aportes fundamentales para comprender la interacción entre factores genéticos y ambientales que condicionan las conductas de los animales; por ejemplo, Konrad Lorenz (1903 – 1989) describió la impronta y la agresividad animal; Nikolaas Timbergen (1907 – 1988), los mecanismos de acción y las causas del comportamiento; y, finalmente, Karl Von Frisch (1886 – 1982), la comunicación entre individuos de una misma especie.
Los estudios posteriores permiten afirmar de manera contundente que el comportamiento natural de los seres vivos está orientado hacia la preservación de la vida, y una reacción primaria, como los reflejos, está presente en todos ellos, independientemente de la especie a la cual pertenecen.
El gran aporte de los tres investigadores mencionados, que les significó el Premio Nobel de Medicina en 1973, es que cuando el comportamiento animal se complejiza como resultado del perfeccionamiento cerebral, también los llamados instintos primarios varían en sus manifestaciones, porque son influenciados (como sucede en el humano) no solo por aspectos medioambientales, sino por determinantes sociales.
Este principio de la preservación de la vida como imperativo de la naturaleza debe ser la norma rectora en las relaciones entre los seres humanos, y se podría afirmar que el verdadero propósito de la especie no está en lograr grandes avances tecnológicos en áreas como la comunicación o la fusión de la máquina con el humano, como proponen los transhumanistas para conseguir la inmortalidad y vencer la enfermedad, sino en el sencillo acto natural de respetar y proteger la vida como el bien supremo de nuestra evolución.
Las violencias a nivel global en 2023 fueron responsables de 508.000 homicidios, según las cifras de la Organización de Naciones Unidas, y en el caso de Colombia, 29.373 compatriotas murieron de forma violenta en este mismo lapso. Preservar la vida en todas sus manifestaciones es el reto principal de cualquier sociedad organizada alrededor de conseguir el bienestar de todos sus integrantes. www.urielescobar.com.co
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