sábado, 1 de marzo de 2025

Dimensiones - LA FE CURA

 Por Uriel Escobar Barrios, M.D.

La fe, esa fuerza intangible que ha movido montañas y transformado vidas, ha sido objeto de estudio de diversas disciplinas. Hoy, las neurociencias y la espiritualidad convergen para revelar que la fe no solo es un consuelo para el alma, sino también un poderoso aliado para la salud. 

En los últimos años, las investigaciones científicas han demostrado de manera fehaciente que el estilo de vida, que incluye pensamientos, emociones y formas de relacionarse del individuo consigo mismo y con el entorno, son fundamentales para prevenir las enfermedades o recuperarse de ellas y mejorar su calidad de vida y la de las comunidades. Uno de los investigadores que le dio un gran impulso a este nuevo enfoque fue el médico y cardiólogo estadounidense Herbert Benson (1935 – 2022). 

Desde el Instituto Médico Mente-Cuerpo del Hospital General de Massachusetts y de la Escuela Médica de la Universidad de Harvard en la década de 1970, fue pionero en el estudio de la conexión entre mente, cuerpo y espíritu, y demostró, además, que la fe y la espiritualidad tienen efectos medibles en el cuerpo. Describió un estado fisiológico opuesto al estrés que se puede lograr a través de prácticas como la oración, la meditación y la fe, que activan el sistema nervioso parasimpático, reduciendo la presión arterial, la frecuencia cardíaca y los niveles de cortisol (hormona del estrés). A este estado alcanzado por el cuerpo lo denominó “respuesta de relajación”. 

Benson no ha sido el único en explorar este terreno. Investigaciones posteriores han confirmado que la fe y las creencias espirituales pueden influir en la recuperación de enfermedades. Un estudio publicado en la revista Health Psychology reveló que pacientes con fuertes creencias religiosas tenían mayores tasas de supervivencia después de cirugías cardíacas. 

Otros estudios han vinculado la espiritualidad con una mejor salud mental, menor incidencia en trastornos como la depresión y mayor resiliencia ante el dolor. Desde tiempos ancestrales, la fe ha sido un pilar en la vida humana: figuras como Jesús de Nazaret, Buda o Gandhi no solo predicaron mensajes de amor y compasión, sino también mostraron cómo la conexión con lo divino puede transformar. Jesús, por ejemplo, enseñó que la fe mueve montañas, y sus milagros de curación han sido interpretados como manifestaciones del poder de la mente y el espíritu sobre el cuerpo.

En la actualidad, la ciencia respalda estas ideas. La neurociencia ha descubierto que la fe activa regiones del cerebro asociadas con la recompensa, la esperanza y el bienestar. Cuando una persona cree en algo más grande que sí misma, ya sea Dios, el universo o un propósito superior, su cerebro libera neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, que promueven la sensación de paz y felicidad.

 La fe, en este sentido, no es solo creer en algo externo; es confiar en la capacidad interna de sanar y trascender. Esta confianza no es ilusoria: tiene bases biológicas y psicológicas que la convierten en una herramienta poderosa para enfrentar el dolor, la enfermedad y el sufrimiento. La fe cura no como un acto mágico, sino como un fenómeno humano que une lo material y lo espiritual. www.urielescobar.com.co

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