Lo que ha permitido que el ser humano evolucione a lo largo de la historia, y además que avance en el conocimiento de sí mismo y a nivel científico, artístico y tecnológico, es la capacidad para vivir colaborativamente en comunidades organizadas.
Aunque también ha habido períodos donde el afán expansionista de ciertos grupos, su deseo de dominar, explotar y apoderarse de las riquezas de los vecinos, ha derivado en guerras fratricidas que han dejado un manto de muerte, desolación y pobreza. Lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial es un ejemplo de hasta dónde puede llegar la crueldad y la barbarie de estos enfrentamientos. El 27 de enero de 1945, cuando el ejército ruso retomó el campo de concentración nazi de Auschwitz-Birkenau, lo que observó fueron escenas dantescas de personas ultrajadas y vilipendiadas que habían perdido lo más valioso que puede tener un ser humano: su dignidad.
Después de este enfrentamiento, que produjo entre 50 y 80 millones de muertos, al científico Albert Einstein se le atribuyó la frase “no sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras”, para hacer referencia a la utilización de armas de destrucción masiva, como sucedió con las dos bombas atómicas que el gobierno de los EE. UU. lanzó contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945 respectivamente.
Estas fechas no se pueden olvidar, y siempre deben recordarnos que la utilización de armas nucleares marcará indefectiblemente el fin de la especie humana sobre la faz de la Tierra. El apocalipsis como consecuencia de la utilización de armas nucleares fue un concepto expuesto por el astrónomo, astrofísico, cosmólogo y astrobiólogo estadounidense Carl Sagan.
Cuando Ronald Reagan ejerció como presidente de EE. UU. (1981-1989), consideró la posibilidad de bombardear a Rusia, sin que afectara a su país. Esto fue lo que motivó la publicación del artículo de Sagan en las revistas Parade y Science (1983).
El planteamiento central es que el uso de armas atómicas provocará inevitablemente un invierno nuclear, que no solo acabaría con la Tierra, sino que tendría repercusiones en todo el universo; decía que luego de la explosión, se levantaría una nube inmensa de ceniza y polvo que permanecería suspendida en la atmósfera durante meses, la oscuridad que se produciría provocaría la muerte de los seres vivos que necesitan el oxígeno para vivir, ya que no podrían respirar este aire enrarecido provocado por las explosiones nucleares.
Ahora que Vladimir Putin ha planteado la posibilidad de utilizar armas nucleares, podríamos estar al borde de la extinción definitiva de nuestra especie. No será necesaria una cuarta guerra, como pronosticaba Einstein, porque sencillamente la especie humana no poblará más la faz de la Tierra después de un enfrentamiento nuclear. www.urielescobar.com.co
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