sábado, 23 de abril de 2022

Dimensiones - Perdón y reconciliación

 Por Uriel Escobar Barrios, M.D.

La violencia es la manifestación de una serie de sentimientos y de formas de concebir la realidad por parte del individuo y de los grupos sociales. En la base de ella están unos paradigmas que la justifican. Por su parte, la paz es la némesis, que se reconoce a través del ejercicio de la no violencia.  

Estas son dos caras de una misma moneda: no es posible que la una se objetive si la otra no está latente y presta para emerger en cualquier momento. La civilización actual se ha construido sobre tales elementos: períodos de conflictos y guerras locales o a gran escala, que se intercalan con intentos por alcanzar un estado de estabilidad y desarrollo de las artes, la ciencia y la inventiva humana. 

¿Hemos aprendido de tanto dolor, destrucción y muerte provocados por luchas fratricidas que han terminado en el caos y en profundos resentimientos de unos grupos humanos contra otros? Parece que no. Una característica de los países donde ha habido tantos conflictos, que se han perpetuado, es su atraso sociopolítico, en relación con regiones que sí han superado las rivalidades.

El perdón es la base para que se pueda dar la reconciliación, y sobre la reconciliación es que se puede construir un desarrollo igualitario con oportunidades de crecimiento para cada uno de los integrantes de una sociedad; este es el fundamento de una verdadera democracia. 

El perdón es posible cuando en el individuo y en el grupo social predomina una actitud de sobreponerse al odio, al rencor y al deseo de venganza hacia el agresor. Sin este elemento fundamental no será posible la construcción de un diálogo civilizado que desemboque en acuerdos que propendan por la búsqueda de la paz, que sería en este caso la resultante de este esfuerzo común. 

Y es en el terreno abonado de la paz y la reconciliación donde se pueden sembrar semillas para el florecimiento de un país. Una propuesta de lograr acuerdos en la diferencia no es algo ilusorio; se puede convertir en un verdadero motor para la transformación y el desarrollo social.

Mahatma Gandhi y Martin Luther King nos mostraron que el perdón es el camino para que los pueblos alcancen la prosperidad. Colombia no ha sido ajena a ello, y un resultado tangible de dicha actitud fue el acuerdo de paz de La Habana del 2016, cuyo fundamento es garantizar los derechos que tienen las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. 

A pesar de todos los contratiempos que ha tenido en su aplicación, este ha sido uno de los mayores logros del país en su proceso de desarrollo histórico. Si la sociedad colombiana no lucha por la construcción de un diálogo que termine en la reconciliación y el perdón social, seguirá, como decía nuestro nobel, condenada a cien años más de atraso económico, injusticia y profunda desigualdad entre sus habitantes.  www.urielescobar.com.co

No hay comentarios:

Publicar un comentario