Que todos oren en el mismo sitio

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Claus Adara – desde el Caribe

Los estados democráticos, como el colombiano, tienen que garantizarles a todas las personas el acceso a sus cultos religiosos, y, por tanto, resguardar sus derechos y renunciar al confesionalismo, lo cual implica que en los establecimientos oficiales no puede haber privilegio para una religión en particular.

En Colombia la religión predominante es la católica, pero evidentemente no es la única, lo cual implica que tiene que prohibirse la presencia de capillas católicas en las instalaciones de orden gubernamental, y abrir estos espacios para todas las confesiones y cultos.

Hay que recordarles a los católicos que la actual Constitución Política dice que el estado colombiano no es confesional y reconoce la igualdad y libertad de cultos. En la elaboración de esa Constitución hubo un gran número de constituyentes católicos, provenientes del partido conservador, pero también  de movimientos alternativos y del partido liberal, que según dicen por ahí, son los más rezanderos. 

Si se impusiera la teoría de un espacio exclusivo para cada religión, tendríamos entonces que adecuar sitios para budistas, cristianos, hinduistas, islamistas y judaistas, que son los que más presencia tienen en el país.

Pero hay otras religiones, que también tendría derecho a que en el Capitolio, por ejemplo, les abrieran un sitio exclusivo, como los rastafari, sintoístas, brahmanistas, taoístas, templarios y espiritistas. Y qué decir de los cultos de los indígenas y afrodescendientes. 

Es bueno recordarle a la insufrible senadora Cabal, que anda rasgándose las vestiduras porque se podría cerrar la capilla católica del Congreso para darle paso a un oratorio global, que la discriminación religiosa y por creencias es contraria a los derechos humanos.   

Así que pongámonos serios. Que sólo haya un gran lugar para la oración y la meditación en las entidades de gobierno. Y que vayan todos los que quieran ir, sin sentir que son discriminados.