Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Mientras haya un ser vivo sufriendo, mi alma también padece. Así nos lo enseñó el Buda hace 2600 años; luego vino Jesús a predicarnos la importancia de amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos.
A lo largo de la historia de la civilización han nacido seres humanos que reiteran el discurso de la hermandad, la solidaridad y la fraternidad como el eje fundamental para alcanzar el bienestar y la paz.
Cómo no recordar a personas que, aun a expensas de su propia vida, han proclamado el diálogo como única vía hacia la solución de conflictos: Mahatma Gandhi, Martín Luther King Jr., Nelson Mandela, Malala Yousafzai, Rigoberta Menchú, por solo mencionar a algunas de ellas.
El discurso de quienes promueven la paz como un camino poderoso hacia la convivencia y el desarrollo armónico de los pueblos ha chocado siempre con los que piensan que el enfrentamiento y el sometimiento del otro por la fuerza de las armas es la vía expedita para lograrla. Desde el 16 de enero del 2025, Colombia está viviendo una verdadera tragedia humanitaria en la región del Catatumbo.
Este hermoso territorio montañoso, selvático y con grandes riquezas naturales, localizado en el nororiente del departamento de Norte de Santander y donde han convivido ancestralmente comunidades indígenas, afrocolombianos y nativas, ha sido desde la década de los 70 y 80 escenario de enfrentamientos de grupos armados que se disputan a sangre y fuego su control, por la importancia estratégica que tiene para sus fines de enriquecimiento.
El informe de la Defensoría del Pueblo y de Medicina Legal dice que desde la declaratoria de guerra por parte del ELN hacia las disidencias de las FARC y otros grupos armados que se disputan el control territorial, al día de hoy se han asesinado cerca de 80 personas, y 41.000 han tenido que abandonarlo todo; la mayoría de ellas se encuentran como desplazadas especialmente en Cúcuta, la capital del departamento.
Cuánto dolor, cuánto sufrimiento están padeciendo 282.393 hermanos colombianos que habitan esa zona de combate. La guerra está declarada entre los grupos ilegales que habitan en el Catatumbo y el decreto de conmoción interior que va a expedir el Gobierno Nacional como estrategia para combatir a estos grupos con la fuerza del Estado es un claro reconocimiento al fracaso de los diálogos de paz que se venían adelantando con el ELN.
Como ser humano convencido de que la única salida para que cesen los conflictos es la señalada por el Buda, Jesús y los demás luchadores por la paz, expreso solidaridad con el golpeado territorio del Catatumbo y elevo una plegaria al creador del universo para que cada uno de los habitantes de los 11 municipios que lo conforman, logren la fuerza interior para superar esta tragedia fruto de la incapacidad de algunos seres humanos de reconocer un principio elemental: que los habitantes de este bello país llamado Colombia somos hermanos y debemos aceptarnos en la diferencia que caracteriza a cada criatura humana. Amén www.urielescobar.com.co
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