Por Uriel Escobar Barrios, M.D.
Colombia atraviesa una nueva fase de agitación emocional y social tras la reciente condena del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Este hecho, más allá de sus implicaciones jurídicas, ha exacerbado una polarización ya instalada desde hace años.
En medios de comunicación, redes sociales y espacios cotidianos se reproducen enfrentamientos verbales, acusaciones cruzadas y discursos cargados de odio, que deterioran aún más el tejido emocional del país. Desde la Psiquiatría —ciencia médica que estudia la mente humana y su interacción con el entorno social—, es posible observar cómo estos escenarios prolongados de tensión pueden afectar la salud mental colectiva.
La polarización sostenida no solo alimenta la ansiedad y la desconfianza, sino que impide la construcción de un proyecto común. En este contexto, emerge con fuerza la necesidad de cultivar una virtud crucial para la estabilidad emocional individual y grupal: la resiliencia. La resiliencia, en términos psicológicos, es la capacidad de un ser humano para adaptarse positivamente en un contexto de adversidad, implica superar crisis y transformarlas en oportunidades de crecimiento. No significa negar el dolor o las dificultades; significa enfrentarlas con recursos internos que permitan mantener la integridad emocional y el juicio equilibrado. Se han identificado varios factores que fortalecen esta capacidad: apoyo social, autoestima, flexibilidad cognitiva y sentido de propósito.
Estudios realizados por investigadores del comportamiento humano, como George Bonanno, en la Universidad de Columbia, han demostrado que la mayoría de las personas son naturalmente resilientes ante eventos traumáticos. Sin embargo, el entorno juega un papel clave. Una sociedad que promueve el diálogo, la empatía y la regulación emocional favorece el desarrollo de individuos resilientes.
Por el contrario, una sociedad que valida el insulto, la agresión verbal o la descalificación moral del otro debilita esa capacidad y nos expone a una fragilidad emocional que se traduce en violencia y desconfianza crónicas. Hoy Colombia necesita con urgencia una psiquiatría social que no solo trate las enfermedades mentales, sino que ayude a comprender los climas emocionales colectivos. Es tiempo de hacernos preguntas fundamentales: ¿cómo educar en la regulación emocional?, ¿cómo fomentar el pensamiento crítico sin caer en el fanatismo?, ¿cómo proteger el equilibrio mental en medio de este bombardeo de información agresiva?
Aquí es donde el pensamiento estoico, especialmente el de filósofos como Epicteto y Marco Aurelio, ofrece una luz valiosa. Ellos enseñaron que cuando se cultiva la serenidad interior, se puede enfrentar cualquier contingencia externa, por difícil o injusta que sea. Colombia necesita un ejercicio colectivo de introspección.
No se trata de silenciar los debates, sino de elevarlos; de aprender a disentir sin destruir; de asumir que, aunque pensemos distinto, compartimos el mismo suelo, la misma historia y el mismo porvenir. Solo con resiliencia podremos pasar de la fragmentación emocional al reencuentro como nación. Y es desde la serenidad —no desde la rabia— que comienza la verdadera transformación. www.urielescobar.com.co
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