El amor es un acto de entrega, es dar lo bondadoso y compasivo que se encuentra en el interior del ser y proyectarlo hacia el entorno, que puede estar objetivado en personas, cosas o causas de carácter social, sean de orden político, religioso o filantrópicas.
Desde esta perspectiva, se puede considerar que en el ser humano hay una experiencia totalizante que se dirige hacia un objeto, mediante lo cual se expresa el sentimiento mencionado o una energía propia. En psicología, se habla de varios tipos de amor: el romántico y pasional; el lúdico; el amistoso y leal; el obsesivo; el realista y el desinteresado ¿Por qué esta experiencia tan auténticamente humana, que es parte fundamental de la cooperación, la compasión y el servicio que permiten la evolución de la especie, se puede convertir en algo que provoca dolor o sufrimiento? La respuesta radica en la distorsión y los mitos que giran alrededor de dicho sentimiento.
El imaginario social, cuando se habla del verdadero amor de pareja, toma como referencias historias, novelas o relatos que “lo representan en su máxima expresión”; por ejemplo, en la obra Romeo y Julieta, del escritor inglés William Shakespeare, dos jóvenes de 16 años se conocen en una fiesta y esa misma noche se enamoran con tanta intensidad, que deciden casarse y desafiar los imperativos sociales que prohibían ese tipo de relación por el enfrentamiento que había entre sus familias.
¿Cuál es el final de esa relación pasional? El suicidio de estos dos adolescentes, que ofrendaron sus vidas en “el altar del amor”. ¿Es amor lo que mutuamente se profesaban Romeo y Julieta? ¡Por supuesto que no! Aunque, sin duda, en ambos bullía una necesidad física de estar juntos, un deseo incontrolable de posesión del uno hacia el otro. En Colombia, nos sorprenden las noticias que los medios de comunicación casi diariamente publican sobre crímenes de pareja; cuando uno de los dos decide matar al otro, que lo ha abandonado, con el argumento de “sin ti no soy capaz de vivir por lo mucho que te amo”.
Se ama a alguien cuando hay una preocupación auténtica por cuidarlo, protegerlo y jamás dañarlo. Eso implica que el amor es incompatible con cualquier forma de expresión de violencia o vulneración de la dignidad del otro. El dicho “porque te quiero, te aporreo”, que aún se escucha en algunos sectores de la sociedad, es una aberrante manera de concebir una experiencia tan constructiva y enriquecedora como lo es una relación amorosa sana.
Cuando amar duele, no es amor; puede ser apego, temor al abandono o deseo de posesión hacia un objeto o persona. El amor auténtico se transforma en procurar siempre el bienestar del otro, sin que medie ningún interés distinto a la entrega incondicional de este sentimiento que habita en el corazón humano. www.urielescobar.com.co
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